martes, 6 de mayo de 2014

Sueño de una noche de verano

No hacía ni diez minutos que había llegado del trabajo, eran como las seis, me había quitado
las sandalias, andaba medio desnuda por casa para darme una ducha, cuando sonó un
mensaje del móvil. Lo miré, más que nada porque lo tenía al lado, no suelo tener tanta prisa.
 “A las 19:30 llego a Atocha, ¿te apetece tomar algo?” Mi corazón comenzó a palpitar con
fuerza, incluso reconozco que me puse nerviosa. “Al final se va a presentar en Madrid”. Lo
hacía con no se qué pretexto de trabajo, pero yo sabía que venía a verme a mí.
Dani hacía tiempo que había desaparecido de mi vida, un antiguo compañero de trabajo con
el que tuve una relación muy especial, nada de sexo ni mucho menos, ni siquiera un beso, sólo
conversaciones, largas conversaciones, alguna caricia y nuestros espíritus vibrando al unínoso.

Hace unos meses volvió a aparecer, me llamó, hablamos, incluso llegamos a quedar un día
que vino por Madrid, un encuentro en el que mi cabeza me decía una cosa y mi cuerpo otra.
Se lanzó y me besó. Yo no lo rehusé. Luego sólo algún correo, whatssup y poco más. Ahora
estaba sola en Madrid, una semana de trabajo, Pedro en la playa con los críos y un revuelo de
emociones en el horizonte. Contesté: “Iré. Dime hora y sitio”.

Me metí en la ducha. Me hacía falta, estaba sudando y acalorada. El agua refrescante fue
un bálsamo para mi cuerpo, pero no para mi corazón que estaba ardiendo. Dejé que el agua
acariciara mi piel y mis manos se deslizaron suavemente por todo mi cuerpo, mis muslos,
mi vientre, mi pubis, mi pecho. Noté mis pezones ligeramente enhiestos, me acaricié, me
pellizqué un poco, entonces dirigí el chorro de la ducha a mi vulva, note la fuerza del agua.
Era agradable. Con la mano libre me acaricié buscando el clítoris. Empecé a jadear levemente. Seguí un rato hasta que mi jadeo se tornó más fuerte y las sensaciones que experimentaba se convertían en mucho más intensas. Seguí y seguí, no podía parar, hasta que noté como una ola de placer inundaba mis entrañas y un pequeño flujo mucoso salía de mi vagina.

Dejé caer la ducha y sentí que las rodillas se me doblaban, mientras jadeaba con fuerza. Tardé
unos instantes en recuperar el control, me puse la toalla alrededor del cuerpo y salí hacia la
habitación. Miré el móvil de nuevo: “Eres fantástica. A las 19:45 en la consigna de la estación”. 


Eran las 19:00, apenas me daba tiempo a arreglarme y a llegar.


Me puse un vestido de algodón por encima de la rodilla que a Pedro le encantaba, porque
según él me realzaba las tetas, que yo tenía la impresión de que eran más bien pequeñas.
Sin embargo, no me puse sujetador, que siempre rellenan un poco y parecen algo más. Me
arreglé, me pinté un poquitín, me puse las sandalias rojas de tacón y me fui a la calle. En el
espejo del ascensor me miré detenidamente. Mayor, sí, pero aún deseable. No pude evitar un
escalofrío por mi espalda al recordar a Pedro y a los niños.
Llegué a la consigna de Atocha a las 19:50, allí estaba Dani, de espaldas a mí, espalda ancha, camisa blanca, pantalón oscuro, pelo muy corto y entrado en canas. Se dio la vuelta como si me hubiera visto llegar, sonrió. Sus ojos claros me miraron con ansia, mi cuerpo se sublevó como nunca hubiera pensado. Un fuego recorrió mi estómago y mis entrañas a la vez que la versión más salvaje de mí saltaba a la luz.

Corrió hacia mí y me abrazó diciendo, estás preciosa, ¡¡ los años hacen maravillas en ti !! Cada día más bella. Me ruboricé por el comentario y por la situación. Notaba su cuerpo musculoso a mí alrededor. Estaba encendida. Me separé un poco y después de algunas frases sin más sentido le pregunté, ¿en qué hotel paras?

- Ah bueno, aún ninguno, había pensado coger cualquiera más o menos cerca de la estación. A menos que tú tengas otra idea.

Joder, será descarado el tío, directo y sin rubor. Me quedé parada un instante y la hembra libre
que salía a instantes de mí, cuando la razón no pensaba más de la cuenta, dijo de repente:
“Vente conmigo a dormir a casa, hay camas de sobra”. Dije de repente, recreando la famosa
frase de Cortazar.

- ¿No te importa de verdad? ¿Y tu marido, qué va a decir?

- Bueno, en realidad no va a decir nada, está en la playa con los niños.

Sus ojos se iluminaron mientras decía, “Gracias por tu hospitalidad, intentaré no ser una
molestia”. Aunque estoy segura de que él también conocía a Julio Cortazar.

Estuvimos paseando por el Retiro un largo rato, buscando los rincones más escondidos,
a momentos nuestras manos se rozaban, o me cogía del hombro, o nos parábamos y me
miraba con una mirada que me abrasaba por dentro. Hablamos y hablamos, reímos, nos
emocionamos, estaba feliz, me encontraba como una colegiala que va de la mano de su primer novio y está esperando el primer beso. Tomamos algo en una terraza y luego fuimos hasta O´Donell a coger un taxi.
 

Fuimos a casa, mi barrio de toda la vida según le fui contando. Al entrar en el portal y oler la
cotidianeidad de mi vida me paralicé, ¿pero qué estoy haciendo? Pensé ¿Es verdad que estoy metiendo a un extraño a dormir en mi casa? Lo siguiente que recuerdo es cómo mi dedo índice marcaba el 7 del ascensor. Me miró fijamente con unos ojos que me devoraban, cogió mi talle,me acercó a él y me besó. Su lengua recorrió mi boca, saboreando cada rincón, despacio, como si el tiempo se hubiese detenido en el ascensor, mi lengua, parada, esperaba sin reaccionar, pero mis labios se entreabrieron un poco más, dejándose hacer, que es una forma, como otra de hacer. Mis barreras estaban derrotadas.

Entramos en casa y después de acomodarse en la habitación de Juan, mi hijo mayor, le ofrecí
ducharse. “Gracias, me vendría muy bien” Preparé una toalla en el baño de los niños y me fui al salón. Me senté, respiré con profundidad y de nuevo las luchas volvieron a mi cabeza.

¿Cómo es posible que me atreva a serle infiel a Pedro, con lo mucho que le quiero? Sin
embargo, por algún motivo que aún hoy desconozco, sentía que esto no tenía nada que ver
con él, que infiel es aquel que no sigue hasta el final lo que cree que tiene que vivir en cada
momento, que la fidelidad es primero a sí mismo y que en el amor no se pueden poner las
estrechas barreras que solemos levantar los seres humanos. Yo tenía la impresión de que mi
amor por Pedro no se veía alterado en lo más mínimo por lo que pudiera pasar estos días, que
la fuerza y la pureza de mi amor también pasaba por yo ser más yo, para ser capaz de darme
Entonces apareció en la puerta con la toalla como única indumentaria. Su cuerpo era
musculoso, sus piernas denotaban deporte varios días en semana, sus abdominales marcados y su sonrisa invitaban a vivir. “Ven”, me dijo. Me levanté, me dirigí hacia él, le acaricié el pecho con mis dedos y le susurré: “Hazme tuya. Hoy las barreras han caído”

Mordisqueó mi oreja, mi cuello, mientras sus manos manoseaban mi culo estrujándome
contra su pene, completamente tieso. Metió sus manos por debajo de mi vestido, acarició
mis muslos, suspiró, se echó hacia atrás y me dijo: “desnúdate para mí”. Me desconcertó.
Recuerdo en una ocasión que lo hice para Pedro, me sentía rara, sobre todo porque mi cuerpo no me acaba de convencer y me daba vergüenza. Sin embargo, hoy, como en aquella ocasión, ver los ojos de deseo del hombre que tenía delante me animó a seguir.
Muy despacio me acaricié la cara, el cuello, me llevé las manos a las tetas, me pellizqué
levemente, pasé la lengua por mis labios, luego bajé por el talle, contoneando un poco las
caderas. Puse una pierna sobre su rodilla derecha me desabroché una sandalia, luego la otra.
Le oía respirar con fuerza, mientras la perpetua sonrisa de sus labios me animaba a seguir.
Me alejé un poco, me di la vuelta y me bajé las bragas, que recuerdo se las lancé para que las
recogiera al vuelo. Después me desaté el vestido del cuello y lo dejé caer hasta el suelo. Así
completamente desnuda, de espaldas a él, permanecí unos instantes, dejando que se recreara en mi espalda y mi culo. Me di la vuelta. Su cara era de éxtasis total, me miraba con ojos de deseo encarnado en mi cuerpo de mujer, de pasión irreverente, de amor absoluto.
Se acercó diciendo, eres perfecta, eres increíble y maravillosa. Gozar de la visión de tu cuerpo
de mujer es suficiente para querer seguir viviendo, poder sentir su calor y recorrerlo con
mis manos y mis labios, basta para adentrarse un poco los misterios insondables del amor,
pero recibir tus caricias, tus miradas y tu sonrisa sobre mí, permite entender el sentido de la
Me cogió en brazos y me llevó hasta la habitación, me dejó en la cama, con las piernas en el suelo, me las abrió con suavidad y se acercó a besarme. El cuello, la

oreja, los labios. Su lengua jugando con la mía, la mía jugando con la suya, nerviosa. Le mordí un poco el labio. Buscó mis pezones a la vez que yo sentía el calor y la dureza de su polla contra mi vulva. Me chupó y me volvió a chupar. Su lengua trazaba pequeños círculos alrededor de mis tetas. Mis pezonesestaban duros, sus chupetones, lamidas y mordiscos me estaban poniendo a cien. Sus manos permanecieron acariciando mis tetas mientras su boca buscaba más abajo, mi vientre, mi ombligo, mi … Su lengua empezó a recrearse con mi coño, muy, muy despacio. No hay mañana para quien lo tiene hoy todo. Subí las piernas a la cama, él me agarró de las caderas, subió un poco mi culo y siguió lamiendo despacio, recorriendo todos los rincones de mi ser más íntimo.

Empecé a jadear un poco, me gustaba, me gustaba mucho, sentía pequeñas oleadas de placer, vibraciones eléctricas que acompañaban cada movimiento de su lengua.

-“Sí, sí, sigue, sigue, no te pares ahora” le pedí casi a gritos. Los orgasmos empezaban a llegar.

Él, como ajeno a todo, seguía surcando mi intimidad, abriendo en canal mi ser entero. Fue
entonces cuando noté su polla entrando en mí, como todo, muy despacio, muy despacio,
recreándose en cada sensación y cada estímulo. Era yo la que con ansia le pedía más y más.
Me cogió las piernas, las puso sobre sus hombros, y un mar de sensaciones llegó hasta mí.
Su polla, dura y fuerte, como todo su ser, entraba y salía con agilidad, pero sin ansia, su
penetración, profunda, parecía tocar el fondo de mis entrañas. Me corrí una vez, y creo que
dos, notaba sus huevos golpeándome con cada embestida.
 

Sin mediar palabra se tumbó en la cama, y casi en volandas me puso encima de él, su polla
me volvió a taladrar, pero ahora era yo quien mandaba, yo llevaba las riendas. Empecé a
moverme, cabalgando sobre él como una amazona que no tiene horizonte, mis movimientos
le agitaban más y más, el movimiento de mis tetas delante de sus ojos, mi mano acariciando

sus huevos y mis palabras, “quiero follarte, follarte y que te corras dentro de mí, que te corras
como nunca lo has hecho”, hacían que él poco a poco se empezase a mover también con ansia animal, con ganas de hombre en celo que busca su hembra. Me sentía libre, ligera, como si mi cuerpo y mi alma fuesen uno.

Un chorro cálido inundó mi interior, otro, y aún otro más. Creo que perdí la consciencia
tumbada sobre su pecho, sintiendo las caricias de sus dedos en mi espalda y sus palabras
cálidas en mis oídos.

Cuando me desperté, no estaba allí. Me levanté, fui a buscarlo a la habitación de Juan. Nada.

El comedor, la cocina, el baño. Nada. Ni un solo indicio de que lo que me decía mi memoria
hubiese sido real. Nada.

Fue entonces cuando vi la nota en la mesilla.

“Te espero cuando miremos al cielo de noche: tu aquí yo allí”

Mario Benedetti


Debemos este relato y sus fotos  a FemmeFatale, que gentilmente lo ha enviado para  publicar aquí.
Gracias por tu colaboración. 
Un abrazo

viernes, 21 de marzo de 2014

Luna de primavera

Que no arranquen los coches
Que se detengan todas las factorías

Hoy, en la luna casi llena  que inicia  la primavera, por fin vamos a trascender la pantalla.

Hoy nos encontraremos.

Hoy acaba el largo, duro y frío invierno en el que tanto nos hemos acompañado. Seguramente también hubiéramos sobrevivido a él sin habernos tenido, pero con más cicatrices.




 Kilómetros por delante, llegaré tarde. Apuro el pie sobre el acelerador justo hasta el borde que la prudencia dicta en un día de lluvia intermitente, un poco más allá de la legalidad.
Música cantada hacia mi derecha, al acompañante que aún no está. En mi mente suena igual que el cantautor en el CD, no me escucho, pero probablemente mi voz dará pena ¿Podré cantársela? ¿Esta y tantas otras tarareadas en soledad?



Hoy le pondré cara a ese ojito que durante más de un mes me ha mirado enmarcado por la ceja sorprendida por el flash y del que he escudriñado hasta la última pestaña.
Llegarán a nuestras pieles al menos dos+dos besos de tantos veces lanzados al panel de píxeles que ha sido nuestro nexo durante estos oscuros meses.
Si las nubes no nos traicionan, contemplaremos juntos la luna tantas veces  observada desde ángulos distintos

Una cerveza, ese es nuestro único compromiso. Duda si me seguirá gustando cuando la tenga delante. Yo no. Hace mucho que no. Incluso cuándo con mucho esfuerzo durante semanas silencié mis sentimientos. Hast aque una noche ya no pude callarme, y lo solté de golpe, con sólo tres palabras


Que se enciendan las velas

Tan solo hace dos días que conocemos nuestras voces, tras aquella ocasión perdida por no tener el móvil conmigo.








Cuando llegue por fin mi mensaje a tus manos

Sus flores preferidas guardadas con mimo para que le lleguen frescas. Tras tantas virtuales, hoy por fin le podré entregar algunas aunque sencillas, reales.
Provisión de algunas cervezas elegidas cuidadosamente, las mismas con las que hemos brindado tantas veces en la distancia.  La de la botella verde parecida a una de sidra, que aportó la primera pista acerca de donde vive, trabaja. La del collarín dorado. La clásica para los momentos sin prisas. Dos de cada. Para tomar juntos, o regalarle, depende del devenir de la primera, en la cafetería al lado de la Catedral indicada como lugar de encuentro, bajo el amparo que supone un lugar público aunque discreto, a esas horas no habrá demasiados parroquianos.
 


¿Resistirá más allá de esa  primera cerveza la comunión fraguada en los cientos de correos de estos meses, hasta varias decenas en un sólo día?

¿Se mantendrán las coincidencias tras tantas felices casualidades habidas despues de la primera que nos llevó a conocernos?.

Pocas certidumbres, muchos interrogantes.

Empezando por la cuidad donde se encuentra, adivinada por indicios pescados al vuelo aquí y allá, un día y otro, nunca confirmada, tampoco desmentida. 

Noches desveladas, despertares inquietos en madrugadas frías, el arrobamiento a cualquier hora... ¿hoy acabarán?

Esta noche contigo
 

lunes, 20 de enero de 2014

Masaje V. El polvo

A ese beso siguieron muchos más, y de todas las clases y colores. Largos, cortos, profundos, ligeros, tiernos, ansiosos, con abrazos, con las yemas de nuestros dedos acariciando a la vez nuestras mejillas... 

Este relato es la 5ª entrega de la serie "Masaje", si quieres ver los anteriores, pincha en los enlaces:  El Masaje
El Masaje II 
III Masaje interruptus
Masaje IV completo


    Foto cedida por Alex y su chica


    ... Minutos y minutos besándonos, besos y más besos, no nos cansamos de besarnos, acariciarnos, toquetearnos, abrazarnos.
    Tumbados frente a frente, nuestras manos exploran de nuevo la piel del otro, recorro  de nuevo todo su cuerpo con mis manos, siento las suyas arriba y abajo del mío. 
    El abrazo se intensifica, nuestros cuerpos se apretan, su muslo derecho se abre paso otra vez entre los míos, bajo mi mano baja a sus nalgas para empujarle, apretarle más hacia mí, y sentir la dureza de sus músculos en mi sexo.

    Embriagada primero por el masaje, luego por el cuni, y más tarde por la miríada de besos, no había advertido hasta ahora, al asir sus nalgas, que él aún conserva el slip puesto. Pensé que, al igual que yo, se había desnudado nada más entrar al dormitorio.
    Le empujo un poco hasta que queda tumbado de espaldas y me arrodillo a su lado para desnudarle completamente, pues a la vista está que una parte de su cuerpo ha de sentirse incómoda, obligada a una forzada postura en diagonal para caber, a duras penas, y bastante constreñida, en la prisión de tela en la que se ve sometida. 
    Con sólo distendir el elástico para librar la protuberancia que se marca bajo la tela, el falo recupera su posición natural, tieso apuntado hacia el ombligo. Deslizo la prenda piernas abajo, hasta sacarla completamente. Me inclino sobre él, y asciendo, rozando con mis pezones la piel de piernas, muslos. Cuándo mi cara llega a su ingle, y antes incluso de que la bese ni apenas acaricie, la verga, seguramente agradecida por la liberación, luce apuntando al norte, ya casi alcanzando con la punta el valle del ombligo.

    Foto cedida por Alex y su chica para esta entrada
    Me inclino sobre ella, hasta depositar un beso en el mismo frenillo, seguido de otro más abajo, y otro, y otro, recorriendo con mis labios la gruesa vena que lo recorre a lo largo, hasta llegar a los huevos, que beso alternadamente, y a continuación succionando, para regresar con mis labios -ya abiertos, tomando medida de lo que me voy a comer, hacia la punta otra vez. Me recreo con ella, saboreando con labios y lengua todo el contorno del glande que luce ya de un rojo carmesí. Unas gotas se desprenden y van  a caer al ombligo, de donde las recojo con mi lengua y las devuelvo a su sitio, para humedecer la carne que por fin me trago. Tomo ambas pelotas en la mano. Las acaricio, manoseo, estrujo mientras empujo la cabeza hacia abajo una y otra vez para devorar tan suculenta pieza.
    Foto cedida por Alex y su chica para esta entrada
    Con sólo pensar que dentro de un momento -en cuánto yo quiera- me estará llenando, el chichi se me hincha, se me esponja, lo noto húmedo y caliente. Me toma un pecho con la mano, lo rodea entero hasta alcanzar la areola, que primero acaricia con las yemas, y luego amasa hasta llegar al pezón, que toma entre sus dedos apretando ligeramente. Lo suelta y dirije su mano entre mis piernas, llegando a mi cueva, que al sentirla acercarse ya ha pasado de esponjosa y húmeda a volcán chorreante. Recorre el interior de mis labios con sus dedos (yo sigo chupando y chupando, cada vez más adentro, hasta que me llena la boca sin haber llegado al final), mete dos dentro de mí (Aaaahhh! me veo obligada a soltar mi chupete para suspirar y tomar aire). Saca sus dedos de mí (lo que me deja ardiendo y contorsionándome, para intentar atraparlos de nuevo y que sigan con su ardiente tarea), y llega de nuevo al pezón, que lubrica con mi propia esencia y amasa hasta engordarlo y endurecerlo como una avellana. 
    Entre el calentón de faltarme lo que tenía dentro, y el toqueteo del pezón, estoy que no puedo más, necesito algo en el coño, y lo quiero YA!!!!.
     Me retuerzo y me coloco sobre su cara, vuelvo a meterme mi caramelo en la boca; inmediatamente siento su lengua subir por mi muslo, llega a los labios y me da un lametón desde la pipi hasta mi trasero que me hace estremecer, por la intensidad, y por el recuerdo de lo vivido hace unos minutos. Baja al otro muslo, sube de nuevo su lengua ardiente por la parte interna, hasta alcanzar de nuevo mi vulva. No por esperado me estremece menos que el anterior, con el añadido de que no separa sus labios de los míos; me recorre una y otra de arriba abajo de y de abajo arriba, por el derecho, el izquierdo, el centro. Pasa las manos de las nalgas hasta el  centro, primero una luego la otra llegan con dos dedos, que  se alternan con la lengua arriba, abajo, adentro, adonde se impregnan de  los humores de mi cuevita. Lleva  sus manos otra vez hasta mis tetas, me toma los pezones para, como antes, amasarlos con sus dedos húmedos. Su lengua sigue incasable explorando y lamiendo mi entrepierna: Cuando llega a mi botón mágico, sus labios se detienen , lo succionan hasta desnudarlo completamente de su envoltura y siento la punta de la lengua llegar a la punta de flecha que es ahora mi clítoris, pasear sobre él, vibrar juntos a mil revoluciones. Aquí ya enloquezco, suelto de nuevo lo que tengo en la boca, de nuevo necesito aire, apoyo mis manos en sus muslos para  incorporar mi torso, y  apoyar así y aún más mi sexo en su cara, que toma entero con su boca, chupando y chupando, sediento de mí. Muevo mis caderas adelante y atrás para no perder ni uno solo de los lengüetazos que me están deshaciendo. AAAAAaaaaaahhhhh!!!! AaaaaHHHH!!! AAAAaaahhhHH !!!

    Siente, sabe cómo estoy. Parece que con el masaje y el cunnilingus que le siguió ha aprendido de memoria el mapa de los puntos calientes de mi cuerpo: No deja de lamer y chupar mientras alarga la mano hasta la mesilla para desenfundar un condón, que me da para colocárselo. A pesar de estar su picha húmeda de mi saliva y sus propios jugos, no consigo desenrollarlo sobre ella, queda muy justo. Se lo devuelvo. Tendré que humedecerlo más.  Me doy la vuelta y me coloco a horcajadas sobre su sexo; esto necesita un poco más de hidratación, y a mí me sobra. Paseo de mi coño a lo largo de su falo. Por primera vez nuestros sexos se saludan, se reconocen, se unen. Siento su fierro candente abrir mis labios, su punta llegar a la mía, me licúo aún más. Le doy mis líquidos, y me separo. Para no fallar nuevamente, se lo coloca él mismo, no sin dificultad,  dado lo apretado de la goma. En ese momento pienso: ¿Le cortará la circulación y me quedaré sin polvo?
    Me tumbo de espaldas, bien abierta para recibirle, pero él a su vez, se deja caer de la misma manera, y me toma para sea yo la que suba  sobre él. Yo lo que necesito es follar ya, me da igual arriba, abajo o de lado. 
    Me subo, en cuclillas con las rodillas a sus costados, y sin más me ensarto en ese pedazo de carne que tanto rato llevo anhelando sentir dentro. Me toma de ambas nalgas, y me las abre para ayudarme, lo que no hubiera sido necesario, dado el géiser que a estas alturas tengo  entre las piernas. Siento cómo se abre paso en mi interior, hasta el fondo, me llena y se queda inmóvil dentro. Siento nuestros sexos unidos piel con piel, ambos libres de vellos. Arqueo mi espalda hasta llegar con mi perlita hasta su pubis, sobre el que me balanceo, todo mi cuerpo apoyado en el suyo en un punto, en "mi punto". Subo, lo siento salir hasta dejarme casi vacía, sólo la punta rozando mi entrada; bajo de nuevo para llenarme, subo, bajo, ayudada por sus manos que siguen prendidas a mis nalgas. A pesar de estar sentada sobre él, las rodillas, los muslos me tiemblan, todo mi cuerpo vibra.
    Sin salir de mí, empuja mis rodillas con sus manos para estirar mis piernas, y dejarlas a lo largo y por fuera de las suyas. Siento ahora su polla deslizarse entre mis labios apretando cada vez más, su nabo sisea por el roce, y engrasado por la fuente inagotable que mana de mí, noto cómo me incendia toda a su paso. Me toma de la cintura para apretar aún más su pubis contra mi vulva, le ayudo y me apreto bien, hasta sentir la presión de su músculo contra mi botón. Apoyo mis manos en sus hombros, levanto mi torso para empujar más, por si fuera posible sentirle aún más adentro, y sí, era posible, le noto más duro, más adentro, mi pipi estrujada, creo que he llegado a lo más. Si? Noooo, aún puede ascender más mi temperatura, pues ahora mis tetas quedan al alcance de su boca. Con sus manos las junta. Saborea una areloa mientras pellizca el pezón de la otra. Cambia, y chupa el otro pezón y  presiona el primero con su dedo hacia adentro, hasta hundirlo, duro como está en el glogo de mi pecho.
    MMmmmaaaaahhhhhhhh !!!  mmmmmmaaaaAAAAAahhhhh!!!Ah Ahhh Ahhhhh. Entro, salgo entro, salgo, arriba, abajo, arriba, abajo una y otra vez, acelero mis caderas, adelante atrás, adelante, atrás. Su lengua se acelera al mismo ritmo, en un pezón, en el otro, uno, otro, uno, otro; cambia de teta tan rápido que me parece sentir sus chupadas en las cerezas de mis pezones a la vez, cuándo uno aún se estremece, ya están sus labios y lengua prendidos del otro.  En uno de los cambios, en lugar de chupar, sopla; con los labios muy cerraditos, apenas un hilo de aire, pero tan fuerte sobre el pezón que, húmedo y duro como está, lo siente tan intenso y frío que creo que va a estallar cristalizado, congelado. Mientras, sus manos han regresado a mis caderas, y me ayudan a ensartarme una y otra vez, a restregar mi charco con su pubis, a sentir su músculo amasando mi botón, enardeciéndome, enloqueciéndome, haciendo que cierre los ojos para mejor sentir todas las sensaciones que desde el vórtice donde ahora se concentran todas mis terminaciones nerviosas la irradian por mi cuerpo como rayos sin luz, sólo fuego abrasador siento correr por mi piel.
    Ni el sudor que me cubre entera disminuye un solo grado mi temperatura, me siento arder entera. 
    Sus la bios abandonana mis etas, que son tomadas por sus manos otra vez, mientra su boca asciende hasta mi cuello, chupando, mordisqueando y dejando un rastro con su lengua que termina por fundirme. Apreto dientes y cierro fuerte los ojos para intentar detener lo invitable: El abandono total, el fuego me sube por la columna, echo hacia atrás la cabeza, y un largo suspiro se va convirtiendo en escandalosos gemidos encadenados Aaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhh
    Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaghghhhhhhhhh AAAAAAAaaaaaaaaaaaahhghhghhhh!!!!!!!!!!!!
    Mis aullidos no detienen su embestidas ni su ansiosa lengua, que sigue incansable a un lado y otro del cuello, tras las orejas, sobre mis hombros alargando mi dulce agonía, hasta que entre espasmos de mis caderas me derramo entera y caigo agotada sobre su cuerpo, no menos sudoroso y agotado que el mío, con la resìración agitada, sintiendo su corazón golpear tan fuerte contra mi pecho, como si  estuviera también, junto al mío, dentro de mi.
    Cuando recupero un poco el resuello levanto mi cabeza de su hombro un poquito, lo justo para buscar su boca con mis labios para besarnos otra vez dulcemente, decenas debesitos cortos y cariñosos, sin palabras, no las necesitamos, nuestros labios se lo dicen todo con los mutuos besos, no necesitamos palabras, ni nos queda energía ni saliva para articular una sola sílaba.
    Sólo besos, besos, besos y más besos.....