Despues de tanto tiempo ausente, publico hoy el cuento firmado por Louise, y presentado al Juevo de verano convocado por Paty C Marin en http://cuentosin.blogspot.com.es/2012/07/juego-de-verano.html
El
segundo día de mis vacaciones alojada en un balneario junto al mar ya
por la mañana, a eso del mediodía, me dispongo a recibir un masaje que
me relaje para desconectar ya el primer día : No pensaba privarme de
nada, bien merecido me tenía este descanso en solitario. Tras hidratar
toda mi piel en el jacuzzi de agua marina, mi amable y guapo masajista,
me indica un sillón, en el que me acomodo. Reclina la espalda,y ala
ves suben mis pies apoyados en el soporte. -Comenzaremos por los pies,
tan importantes para nuestro bienestar, y a menudo tan olvidados.
Eliminaremos las durezas, y tonificaremos la piel de pies y piernas.
Aplica
crema exfoliante en la planta y los talones. Siento sus largos y
fuertes dedos pasar una y otra vez por mis durezas, para ablandarlas y
quitar las células muertas. El tacto de esta crema es raro, a la vez
suave y con algunas partículas minúsculas y muy dura, pero a mis
castigados pies les encanta este fuerte manoseo y el roce estas
micropartículas como diminutos diamantes.. Posteriormente, con una
especie de plato de ducha portátil, lava mis pies para retirar el
exfoliante. El agua, al principio muy caliente, disminuye su temperatura
poco a poco, terminando tibia, a un punto de estar fría, lo que me
deja los pies agradablemente descansados. Habitualmente me acordaba de
mis pies al sentirlos apretados, doloridos, cansados, ahora los sentía
tonificados, diría que esponjosos, de lo agusto que me encontraba. Una
vez secados, aplica una nueva crema, mucho más suave que la anterior,
cálida, untuosa. De nuevo siento sus dedos recorrer mis pies, completos
esta vez. Sigue por los tobillos, pantorrillas, muslos. Sus cálidas
manos se mueven y presionan mis músculos con tal maestría que, tumbada
como estoy en el sillón reclinable, cierro los ojos y entro en una
especie de nirvana.
- ¿Cómo se encuentra?
- En la gloria.
-Aquí
es adónde debíamos llegar, me susurra mientras me cubre con una tibia y
suave toalla Continúa hablándome con su cálida voz:
-
Antes de seguir, la piel debe absorber la crema que le acabo de poner.
Relájese, y trate de no pensar en nada. Ya sabe que las preocupaciones
son fatales para la piel, la deshidratan y arrugan. Puede aprovechar
para descansar un poco. Aquí, a la siesta de antes de comer la llamamos
siesta del cordero, o siesta del carnero. Volveré en 40 minutos
aproximadamente.
Cierra
un poco más el toldo que cubre el techo de vidrieras, lo que deja la
sala en penumbra, y tras poner música muy suave, se retira.
Obediente, cerré completamente los ojos y traté de no pensar en nada, sólo sentir el bienestar de mis pies y piernas.
En
unos segundos, veo a tres ángeles rubios revolotear sobre mí, jugando y
acariciándose como efebos. Esa imagen de cuerpos jóvenes rozándose
entre ellos me enternecía, pero ni siento vergüenza, a pesar de que la
sábana que me encuentro desnuda, pues la sábana queme cubría se había
deslizado hasta el suelo, ni tampoco me excitaba, lo cual no entendía.
Hasta
que descubrí la razón de mi indiferencia: Ninguno de ellos tenía sexo.
Entre sus piernas no había absolutamente nada, ni esxo ni vello, nada;
por eso sus mutuas caricias no provocaban ni en sus cuerpos ni en el mío
ninguna reacción.
Al
momento, del techo descendió otro ángel. Al verlo, los otros tres
formaron un gran revuelo, volando a su alrededor, en una algarabía que
tampoco entendía, dado que hasta ese momento no había sus movimientos
lentos, roces suaves y miradas lánguidas. Por fin me doy cuenta de la
razón de su revuelo: Los tres primeros rodean y extienden sus alas
alrededor del último para impedirle que me vea, y yo a él. Forcejean, y
durante un segundo consigue apartarlos, lo justo para que vea su cuerpo,
a la vez tan parecido y tan distinto de los anteriores: Sus cabellos,
negros como el azabache; su piel, morena; oscura y apetecible como el
chocolate. Músculos perfectos, como cincelados por un escultor
renacentista. En esa fracción de tiempo minúscula, la imagen de su
cuerpo quedó grabada en mi retina hasta en su menor detalle, y había uno
que no era menor, sino muy importante: Entre sus piernas lucía un falo
precioso, un poco más oscuro que el resto de su piel, con sus dos
testículos colgando a los lados, como mandan los cánones. Ahora
entendía el revuelo formado.
Los
tres seres asexuados pretendían impedir que le viera, y él a mí. En el
siguiente lance, de nuevo les aparta otro instante, en el que nuestras
miradas se cruzan. Además de sus ojos negrísimos, que se clavan en mí,
advierto que su falo, limpio de vello como el resto de su cuerpo,
comienza a crecer y enderezarse, siendo ahora tan evidente como el
apéndice frontal de un unicornio.
De nuevo le rodean para evitar que llegue hasta mí. La lucha va “in crescendo”.
Con
una fuerte brazada, por fin se deshace de los 3 ángeles asexuados que
de nuevo traspasan la vidriera en dirección contraria a la de su
llegada y desaparecen. Ya sin obstáculo, viene hacia mí, su sexo ya
erguido, extendiendo sus alados brazos para rodear mi cuerpo, que
ansioso le espera.
Despierto
sudorosa, agitada, suspirando, con la boca seca, cierro con fuerza los
ojos, quiero volver a mi sueño, consumar la cópula con esa
extraordinaria criatura, braceo en el aire, mis
manos tratan de tocarle, abrazarle, asirle para traerlo hasta mí, abro aún más mis
piernas para exhibir ante él aún más mi sexo e invitarle a entrar en
él de una vez, antes de …
el ángel de Machín... vaya vaya!
ResponderEliminarbiquiños,