lunes, 24 de septiembre de 2012

Por la vidriera

Despues de tanto tiempo ausente, publico hoy el cuento firmado por Louise, y presentado al Juevo de verano convocado por Paty C Marin en   http://cuentosin.blogspot.com.es/2012/07/juego-de-verano.html


El segundo día de mis vacaciones alojada en un balneario junto al mar ya por la mañana,  a eso del mediodía, me dispongo a recibir un masaje que me relaje para desconectar ya el primer día : No pensaba privarme de nada, bien merecido me tenía este descanso en solitario. Tras hidratar toda mi piel en el jacuzzi de agua marina,  mi amable y guapo masajista, me indica un sillón, en el  que me acomodo. Reclina la espalda,y ala ves suben mis pies apoyados en el soporte. -Comenzaremos por los pies, tan importantes para nuestro bienestar, y a menudo tan olvidados. Eliminaremos las durezas, y tonificaremos la piel de pies y piernas.
Aplica crema exfoliante en la planta y los talones. Siento sus largos y fuertes dedos pasar una y otra vez por mis durezas, para ablandarlas y quitar las células muertas. El tacto de esta crema es raro, a la vez suave y con algunas partículas minúsculas y  muy dura, pero a mis castigados pies  les encanta este fuerte manoseo y el roce  estas micropartículas como diminutos diamantes.. Posteriormente,  con una especie de plato de ducha portátil, lava mis pies para retirar el exfoliante. El agua, al principio muy caliente, disminuye su temperatura poco a poco, terminando tibia, a  un punto de estar fría, lo que me deja los pies agradablemente descansados. Habitualmente me acordaba de mis pies al sentirlos apretados, doloridos, cansados, ahora los sentía tonificados, diría que esponjosos, de lo agusto que me encontraba. Una vez secados, aplica una nueva crema, mucho más suave que la anterior, cálida, untuosa. De nuevo siento sus dedos recorrer mis pies, completos esta vez. Sigue por los tobillos, pantorrillas, muslos. Sus cálidas manos se mueven y presionan mis músculos con tal maestría que,  tumbada como estoy en  el sillón reclinable, cierro los ojos y entro en una especie de nirvana.
- ¿Cómo se encuentra?
- En la gloria.
-Aquí es adónde debíamos llegar, me susurra mientras me cubre con una tibia y suave toalla Continúa hablándome con su cálida voz:
- Antes de seguir, la piel debe absorber la crema que le acabo de poner.  Relájese, y trate de no pensar en nada. Ya sabe que las preocupaciones son fatales para la piel, la deshidratan y arrugan. Puede aprovechar para descansar un poco. Aquí, a la siesta de antes de comer la llamamos siesta del cordero, o siesta del carnero. Volveré en 40 minutos aproximadamente.

Cierra un poco más el toldo que cubre el techo de vidrieras, lo que deja la sala en penumbra, y tras poner música muy suave, se retira.

Obediente, cerré completamente los ojos y traté de no pensar en nada, sólo sentir el bienestar de mis pies y piernas.   
En unos segundos, veo a tres ángeles rubios revolotear sobre mí, jugando y acariciándose como efebos. Esa imagen de  cuerpos jóvenes rozándose entre ellos me enternecía, pero ni siento vergüenza, a pesar de que la sábana que me  encuentro desnuda, pues la sábana queme cubría se  había deslizado hasta el suelo, ni tampoco me excitaba, lo cual no entendía.
Hasta que  descubrí la razón de mi indiferencia: Ninguno de ellos tenía sexo. Entre sus piernas no había absolutamente nada, ni esxo ni vello, nada; por eso sus mutuas caricias no provocaban ni en sus cuerpos ni en el mío ninguna reacción.

Al momento, del techo descendió otro ángel. Al verlo, los otros tres formaron un gran revuelo, volando a su alrededor, en una algarabía que tampoco entendía, dado que hasta ese momento no había sus movimientos lentos, roces  suaves y miradas lánguidas. Por fin me doy cuenta de la razón de su revuelo: Los tres primeros  rodean y extienden sus alas alrededor del último para impedirle que me vea, y yo a él. Forcejean, y durante un segundo consigue apartarlos, lo justo para que vea su cuerpo, a la vez  tan parecido y tan distinto de los anteriores: Sus cabellos, negros como el azabache; su piel, morena; oscura y apetecible como el chocolate. Músculos perfectos, como cincelados por un escultor renacentista. En esa fracción de tiempo minúscula, la imagen de su cuerpo quedó grabada en mi retina hasta en su menor detalle, y había uno que no era menor, sino muy importante: Entre sus piernas lucía un falo precioso,  un poco más oscuro  que el resto de su piel, con sus dos testículos  colgando a los lados, como mandan los cánones. Ahora entendía el revuelo formado.  

Los tres seres asexuados  pretendían impedir que le viera, y él a mí. En el siguiente lance, de nuevo les aparta otro instante, en el que nuestras miradas se cruzan. Además de sus ojos negrísimos, que se clavan en mí, advierto que su falo, limpio de vello como el resto de su cuerpo, comienza a crecer y enderezarse, siendo ahora tan evidente como el apéndice frontal de un unicornio.

De nuevo le rodean para evitar que llegue hasta mí. La lucha va  “in crescendo”.
Con una fuerte brazada,  por fin se deshace de los 3 ángeles asexuados que de nuevo traspasan la vidriera en dirección contraria  a la de su llegada y desaparecen. Ya sin obstáculo, viene hacia mí, su sexo ya erguido, extendiendo sus alados brazos para rodear mi cuerpo, que ansioso le espera.


Despierto sudorosa, agitada, suspirando, con la boca seca, cierro con fuerza los ojos, quiero volver a mi sueño, consumar la cópula con esa extraordinaria criatura,
braceo en el aire, mis manos tratan de tocarle, abrazarle, asirle para traerlo hasta mí, abro aún más mis piernas para exhibir ante él aún más mi sexo e invitarle a  entrar en él de una vez, antes de …

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